La energía solar fotovoltaica está de moda. Tanto el autoconsumo como las plantas sobre terreno están pulverizando todos los récords de instalación y producción solar. Durante esta década se instalarán en España al menos otros 30 GW de energía solar (casi 3 veces la potencia instalada actualmente). Y si atendemos a los puntos de conexión concedidos y los proyectos en tramitación, podríamos irnos muy por encima de ese número.
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Situación favorable para la energía solar en España
A ello se suma una coyuntura favorable para la energía solar, con precios de electricidad elevados, con subastas anuales de energías renovables y con fondos públicos del Next Generation para desarrollar el autoconsumo solar en empresas, hogares y administraciones públicas.
En otras palabras, sólo siguiendo la senda actual, la energía solar despegará en España de manera impresionante y los precios de la electricidad bajarán considerablemente gracias al aumento de la oferta de energía eléctrica. Entonces, ¿para qué tocar nada?
A mi juicio, el elemento a mejorar en el desarrollo de la energía solar en España (como sucede, por desgracia, con otras energías y en general, con otros sectores de consumo) es la elevadísima dependencia de los materiales asiáticos.
Al margen del empleo local que genera la instalación de esos materiales (y que no es desdeñable), España debería apostar de manera más decidida por los materiales locales, o cuanto menos, europeos. Ello vendrá necesariamente de una combinación de re-industrialización y concienciación (tanto de inversores como de ciudadanía).
Estrategia de re-industrialización de la UE
Hace tiempo que la Unión Europea está trabajando en una estrategia de re-industrialización de todo el territorio en diferentes sectores, y en concreto, en el sector solar, existe la European Solar Initiative, que pretende generar un hub europeo de industrialización de la energía solar en Europa para el horizonte 2025. En el caso español, la asociación UNEF también ha propuesto una estrategia industrial solar para España, destacando las numerosas empresas españolas que ya forman parte de la cadena de valor de la energía solar.
En una instalación fotovoltaica podemos distinguir cinco tipos de componentes: los paneles solares, el inversor, la estructura, el seguidor solar (en su caso) y el pequeño material (cableado, cuadro eléctrico…). Para todos ellos existen opciones de fabricación española, si bien en el caso de los paneles solares las alternativas son, por ahora, limitadas, a precios poco competitivos y sin calidades y tamaños homologables, por ahora, a las asiáticas.
En concreto, en inversores solares tenemos empresas que están a la vanguardia mundial, como Ingeteam o Power Electronics, igual que sucede con los seguidores solares, donde destaca Soltec. También en estructuras se pueden encontrar soluciones solventes, como Alusín o Braux, por citar dos de las muchas empresas españolas en este ámbito.
Ventajas de consumir materiales locales
Consumir materiales locales, como es obvio, contribuye a la creación de empleo local, especialmente en regiones de tradición industrial, como Asturias o León, muy afectadas por el cierre de minas y centrales de carbón. Además, gracias a generar localmente, evitamos o reducimos las emisiones del transporte de materiales, y también reducimos la dependencia de proveedores asiáticos que, en algunos casos, ante escasez de materiales, están renegociando contratos y precios de manera arbitraria, unilateral y discrecional.
Y finalmente, y no podemos olvidarlo, producir en la Unión Europea asegura unos estándares laborales y de derechos humanos mínimos, que en el caso de algunas de las fábricas chinas no se están cumpliendo. En concreto, en la provincia de Xinjiang se ha detectado el uso de mano de obra de la minoría étnica uigur en condiciones de semi esclavitud.
Para que podamos avanzar hacia el uso de materiales locales (será difícil alcanzar el 100%, pero no resulta aceptable que sea cercano al 0%), la Comisión Europea y los Estados Miembros deben dar pasos más decididos en esa dirección, para que, huyendo de medidas proteccionistas, sí que se asegure que no puedan entrar a Europa materiales que han sido fabricados con vulneraciones flagrantes de los derechos humanos más básicos.
Exigir que para las instalaciones de cierto tamaño (100 kW en el caso del autoconsumo) se incluya, en caso de obtener subvención o participar en subasta, un análisis detallado de la procedencia de los materiales, como ha hecho recientemente el Gobierno español, es un primer paso que permite al menos medir la dimensión del problema. Pero es preciso ir más allá y ofrecer ventajas al uso de materiales europeos, internalizando en la regulación aquellas externalidades positivas que generan, y especialmente, la reducción de las emisiones del transporte.