En un mundo globalizado y donde el espíritu emprendedor está cada vez más presente entre la gente, competir se ha vuelto un paradigma que sin embargo puede confundir a muchas empresas en su estrategia empresarial.
Lo que sucede es que la palabra competencia o competitividad nos remite siempre a comprarnos con alguien, a ganarle la carrera al otro o a conquistar los mercados que nuestra competencia (la palabra es precisa) tiene.
Equivocaciones con la competitividad
Sin embargo, aquí existen algunas equivocaciones; por ejemplo, uno podría estar compitiendo con una empresa que esta sostenida artificialmente y no en la capacidad de sus productos, véase por ejemplo una empresa que lava activos de origen ilícito; también podríamos estar compitiendo con una empresa que ha enfocado mal su crecimiento y estaríamos comparándonos con una organización que no nos sirve para poder conocer realmente nuestros estándares.
Por ultimo, podríamos estar compitiendo con una organización que de pronto decide virar rápidamente en el mercado y enfocarse en otros nichos o en otros productos y servicios de manera que su comparación no nos ayudaría mucho.
Datos de competitividad de una empresa
Como lo entendieron los clásicos de la economía como Joseph Schumpeter, la disrupción en el mercado se da con empresas innovadoras y con productos o servicios diferentes que pocos vieron aparecer, hasta que lo transformaron por completo.
Ejemplos de esto son Netflix (que desapareció el mercado del alquiler de videos), los Uber (que afectó el mercado de las cadenas de taxis de alquiler), entre otros. En este sentido, la competitividad debe de hacerse en realidad contra los estándares de uno mismo.
El mejor ejemplo que se me ocurre es el de un atleta de alta competición en 100 metros planos. Este entrenará buscando mejorar su físico, rendimiento y contra su propio tiempo; no buscará entrenarse corriendo junto a otros atletas o volteando al costado para ver quien está alcanzándolo, puesto que en definitiva esto le hará perder tiempo y bajar su marca. Lo mismo debe de suceder con las empresas;
Las empresas deberían competir consigo mismas, con sus propios estándares, con sus propias formas de innovación y, sobre todo con el servicio que les dan a sus clientes.
Son estos estándares y estas medidas internas las que deberían darnos los datos de competitividad de una empresa.
Interior de la organización
Pero, además, curiosamente, esto debe trasladase al interior de la organización; en ellas los equipos no deberían competir unos con otros, así como tampoco las personas en el interior de las mismas.
Muchas organizaciones fomentan este espíritu de competencia interna, sin darse cuenta que lo que están haciendo es socavar el espíritu de colaboración que necesita todo equipo y toda organización para, precisamente, ser mejor.
Según esto, podríamos casi aventurarnos a decir que hay que (i) tener bien clara esta forma de competitividad diferente; o, (ii) reemplazarla, más bien, por un espíritu de innovación permanente en las empresas. Es la innovación la que vuelve a una empresa realmente competitiva;
- Cuando el dueño de un restaurante decide simplemente bajar sus precios frente a su competencia, está compitiendo con la peor estrategia que es la de reducir sus márgenes.
- Cuando el mismo dueño del restaurante decide introducir nuevos platos en la carta o intentar diferentes combinaciones está compitiendo a través de la innovación, justamente la que siempre ha logrado mejores productos, mejores servicios y empresas líderes en los mercados.
Por tanto, es muy importante que usted en su organización empiece a ir desterrando la competencia clásica y comience a fomentar la cooperación de los colaboradores para la innovación.
Será en esta innovación cooperante en la que se basará, le aseguro, el éxito de su negocio y su sostenibilidad en el largo plazo.