La sociedad digital y la evolución cada vez más compleja de tecnologías de la información presentan multitud de aspectos positivos tanto para las personas físicas como para los agentes del sector privado y público. No obstante, la consecución de estas ventajas, que generalmente son impulsadas por empresas privadas para la obtención de un beneficio económico, todavía son fruto de un desequilibrio existente entre el interés empresarial o, si se prefiere, entre el interés económico general y la protección de la privacidad de las personas destinatarias de los servicios de la sociedad digital.
Dicho desequilibrio es permitido por el legislador y por las diferentes autoridades de control europeas debido a la enorme complejidad que supone ponderar los mencionados intereses y, a su vez, teniendo en cuenta que una regulación excesivamente proteccionista para las personas físicas vedaría la mayoría de nuevos servicios y supondría un alud de obstáculos jurídicos que actuarían en detrimento del desarrollo tecnológico en el ámbito digital.
Un correcto uso de nuestros datos personales
En este escenario en el que ya estamos plenamente inmersos, el gran reto de nuestra sociedad es aumentar la concienciación sobre el ejercicio de la privacidad:
- Que los interesados conozcamos el valor de nuestros datos personales, las consecuencias positivas y negativas que tiene para nosotros y para terceros el hecho de facilitarlos, así como los derechos que tenemos y cómo podemos ejercerlos.
- Que nos impliquemos en entender el funcionamiento de los nuevos servicios, especialmente de aquellos gratuitos.
- Que normalicemos la posibilidad de presentar quejas cuando detectemos que una empresa o un ente público están haciendo un uso indebido de nuestros datos.
Por otro lado, por parte de los responsables del tratamiento, es decir, de quienes tratan los datos personales, el gran reto es encontrar y aplicar fórmulas sencillas e intuitivas que contribuyan a facilitar este proceso de concienciación y que implementen con eficacia mecanismos que garanticen la privacidad por defecto y desde el diseño.
El reto es evitar que sorprendidos y extrañados tengamos que volver a preguntarnos “¿de dónde has sacado mis datos personales?” y, si lo hacemos, sepamos cómo responder y qué acciones llevar a cabo para recuperar el control de nuestra privacidad.
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