Todos los profesionales que nos dedicamos al cumplimiento proactivo tenemos la responsabilidad de ser creativos.
Nuestro cliente tiene la preocupación de cuidar de su negocio. Su objetivo es seguir creciendo. Pero en muchas ocasiones las novedades legislativas esbozan un camino que contrasta con sus intereses y con las prácticas establecidas. En esta situación es fácil convertirse en un stopper. Si lo haces, olvídate de ese cliente. Se va a buscar a otro abogado.
Las recomendaciones tienen que surgir siempre de la prudencia y de la empatía. Debemos tener sensibilidad por el negocio de nuestro cliente, entenderlo y estrujar nuestra imaginación para ofrecer la mejor solución. No la más evidente.
Pero cuidado, no nos han contratado para decir lo que quieren oír. Habrá supuestos en los que los límites estén claros. En este momento deberemos plantear la solución legal, guste o no. Es el cliente quien deberá decidir conforme a su apetito de riesgo si adopta o no medidas alternativas.
En el caso de la protección de datos, las unidades de negocio de las empresas no suelen recibir con mucho agrado lo que tengamos que decirles, aunque generalmente entienden su relevancia. El reto que os invito a afrontar es lograr que al fin de cada proyecto las personas que han intervenido lo perciban como una mejora de valor añadido y no solo como una obligación legal.
Por ejemplo, en algo sencillo como la actualización de una web en materia de cookies, tenemos que conseguir mejorar la imagen de la marca. Que se vea que se han mimado los textos y la información que se da al usuario. Que se ofrezcan opciones sencillas para aceptar o rechazar las cookies.
En asuntos más complejos como un proyecto de centralización de datos de distintas filiales para su análisis conjunto, nuestro papel va a ser fundamental en las fases de gestado. Gran parte del desarrollo posterior está condicionado a la organización inicial que va a caer sobre nuestro tejado. Tenemos la responsabilidad de simplificar el esquema jurídico que estructurará el proyecto y de decidir la viabilidad de determinados aspectos, de manera temprana, ahorrando esfuerzos que caerían en papel mojado.
Con estas pinceladas podemos volver a hacer la pregunta, ¿Va en contra del negocio la protección de datos? Pues como hemos visto, depende de cómo se ofrezca el servicio. Cumplir con la normativa, generalmente, mejora la forma de trabajo de las empresas y si no lo hace es por dos motivos: O porque la empresa venía haciendo unas prácticas cuestionables y el legislador le ha parado los pies o porque la solución adoptada no ha sido la más apropiada sino la más previsible.
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