¿Cristiano Ronaldo o Leo Messi? ¿Barça o Real Madrid? Ambos son símiles futbolísticos perfectos a la que podría ser la pregunta del millón en el mundo de la inversión. Y tú, ¿eres más de gestión pasiva o de gestión activa?
Ya hemos analizado en distintos posts vehículos de inversión propios de la gestión activa y de la gestión pasiva, si bien en este post haremos algo distinto. Vamos a profundizar y comparar dos productos que consideramos muy interesantes de cara a canalizar el ahorro y que no por sus diferencias son incompatibles, sino más bien lo contrario.
Puntos clave para compararlos
Nos apoyaremos en cuatro puntos clave para compararlos: rentabilidad, costes, diversificación y fiscalidad.
- Rentabilidad: es sin duda alguna la característica más difícil de comparar y es que como dice el refrán “agua pasada no mueve molinos”. Por ello, no es casualidad que una de las frases más repetidas cuando se habla de este tema sea “rentabilidades pasadas no aseguran rentabilidades futuras”
Podremos encontrar tanto fondos de inversión de gestión activa como ETFs con magníficos desempeños y otros que no hayan obtenido rentabilidades históricas tan brillantes. Cada fondo es un mundo y las rentabilidades pueden variar sustancialmente de un año a otro.
Teniendo en cuenta todo esto no podemos decantarnos por uno u otro en lo que a rentabilidad se refiere.
- Coste: la gestión pasiva es, por norma general, mucho más barata que la gestión activa. Este hecho se explica principalmente porque la gestión pasiva no necesita de un equipo gestor que analice valores y construya carteras, ya que como hemos comentado en diversas ocasiones se indexa a un índice.
Pagar comisiones bajas por nuestra cartera ayuda a generar rentabilidad a largo plazo, ya que, no nos olvidemos, las comisiones se abonarán independientemente de la rentabilidad que consiga el vehículo inversor que hayamos seleccionado.
En este punto hay un claro ganador y son los ETFs.
- Diversificación: es una característica clave a la hora de invertir en fondos de inversión o ETFs puesto que es una de las principales ventajas que ofrecen a ahorradores cuyo capital no permitiría un alto grado de diversificación sin que las comisiones lastrasen gravemente su rentabilidad.
Los ETFs diversifican sobre un sector, materia prima o mercado geográfico (podemos llegarlos a encontrar sobre el MSCI World, índice realizado sobre la economía mundial), si bien también podemos encontrar fondos de inversión compuestos por valores de un mismo sector, una economía o globales.
Visto así, la diversificación depende más de la selección del ETF o fondo de inversión que haga el inversor que de qué clase de vehículo esté eligiendo, por lo que no existe un claro vencedor en esta categoría.
- Fiscalidad: estamos quizá ante uno de los aspectos más desconocidos y probablemente más infravalorados por la mayor parte de los inversores tradicionales.
La fiscalidad es muy diferente entre los fondos de inversión y los ETFs y es que no hemos de olvidar que estos últimos cotizan en el mercado de renta variable como si de una acción cotizada se trataran. Éste será el factor clave que marcará la diferencia entre ambos vehículos en lo que a fiscalidad se refiere.
Los fondos de inversión tienen una particularidad que los hace muy interesantes para inversiones a largo plazo y es que únicamente se tributa cuando se realiza el reembolso de las participaciones. De esta forma el traspaso entre fondos de inversión está exento de tributación, pudiendo cambiar nuestros ahorros de un fondo a otro en función de lo que consideremos más adecuado en cada momento sin tener que tributar por las plusvalías latentes. Así, las plusvalías latentes podrán seguir generando plusvalías adicionales sin tener que tributar por ellas hasta que realicemos nuestro reembolso.
En el caso de los ETFs, al cotizar en un mercado como si de una acción se trataran, tienen el mismo tratamiento fiscal que éstas. Es por ello que la tributación por las plusvalías que hayamos obtenido se deberá realizar en el momento de la venta pese a que inmediatamente después realicemos una compra de otro ETF, ya que a diferencia de los fondos de inversión no existe el concepto de “traspaso”.
Esta ventaja fiscal de los fondos de inversión hace que el punto correspondiente a esta categoría vaya para ellos salvo en un supuesto concreto, y es el que afecta a las personas jurídicas ya que la ventaja fiscal está únicamente destinada a personas físicas.
En el caso de las personas jurídicas no existe la posibilidad del traspaso entre fondos, siendo necesario llevar a cabo el reembolso del primer fondo para poder adquirir las participaciones del nuevo fondo que se desea suscribir, por lo que en este caso los fondos de inversión poseen la misma fiscalidad que los ETFs.
¿Por cuál nos decantamos?
Una vez analizados todos los puntos vemos como algunos aspectos se decantan a favor de los ETFs mientras que otros lo hacen a favor de los fondos de inversión.
Es por ello que no hemos de entender los ETFs y los fondos de inversión como dos productos excluyentes sino en muchos casos complementarios. En función de cuáles sean nuestros objetivos de inversión, nuestro horizonte temporal y nuestro perfil inversor, formaremos una cartera en la que probablemente estén presentes tanto la gestión activa como la gestión pasiva.
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