Lo bueno guardado y lo malo olvidado
Y de nuevo vuelta en el calendario y parece que fue ayer y ya pasaron 365 días desde que compartíamos deseos y sueños, propósitos y despropósitos que esta vez sí pensábamos que se cumplirían.
¿Qué quedó de ellos?
¿Qué quedó de nosotros tras ellos?
¿Qué quedó de este mensaje que transmitíamos al estrenar el año 2021? Mensaje donde pensábamos que era el momento de transformar:
- “Tengo QUE” por “LO HAGO YA”,
- el “LO INTENTARÉ” por “VOY”,
- el “PODRÍA” por “PUEDO”.
Hay dos maneras de vivir: una mirando hacia adelante y otra haciéndolo hacia atrás.
- Una con una mochila cargada de odios, culpas y heridas que no dejamos cicatrizar y son un lastre para avanzar.
- La otra sin carga del pasado y solo con ilusiones de lo que queremos que sea el futuro.
Elegir una u otra está en nuestra cabeza y en nuestra voluntad, y si solo depende de nosotros no queda otra que abordarlo.
Un camino nos hará quedar anclados en el pasado, como barco varado en el puerto; la otra, la del aprendizaje en positivo de lo vivido y la del perdón a los otros y a nosotros mismos, será un trampolín que nos llevará ligeros hacia donde queremos llegar.
Hace años, tal día como hoy, escribía;
«Hoy todo es igual: la misma casa, el mismo trabajo, los mismos amigos, el mismo coche, la misma ropa y, casi seguro, el mismo todo.
Hoy , primer día del año en lo evidente, es un día diferente, no porque cambiamos el almanaque que colgaba en la pared, sino porque, en la reflexión de lo que queremos del nuevo año hay aires de renovación en nuestras vidas.
Hoy no es un día diferente al resto, pero sí lo es porque con el nuevo año y sus aires de cambio algo dentro de nosotros está trabajando para hacer distinto nuestro mundo, dinamitando los factores limitantes para crecer, para avanzar y para ser lo que queremos llegar a ser».
¿Qué somos y qué queremos ser?
No hay vuelta atrás, el pasado pasó, y no queda otra que mirar hacia adelante, como folio en blanco que es y nosotros mismos protagonistas y escribientes de nuestra historia de vida, cimentada en el aprendizaje previo.
Si bien como «uno no aprende de lo que vive sino de la reflexión de lo que vive» , usemos ese conocimiento basado en la experiencia como impulso para mejorar
Abordar el nuevo año soñando, sí, por supuesto, pero con los pies en el suelo, desde la consciencia de lo que somos y con ello de lo que podemos llegar a ser. Este análisis de la realidad es tanto una reflexión de donde partimos como del mundo en el que nos ha tocado vivir.
Diseñar el nuevo año pasa por el diálogo personal donde, por un lado, trataremos de casar nuestras aspiraciones, haciéndonos un cuestionario de qué somos y qué queremos ser, unido con el análisis de fortalezas y limitaciones, contextualizado todo en nuestro entorno.
Quizás lo importante no sean las respuestas sino las preguntas que nos hacemos. Por ello, debemos ser capaces de auto-cuestionarnos sin culpas, pero con honestidad, con reflexión y también con perdón.
- ¿Lo que estoy haciendo ahora me lleva hacia donde quiero llegar?
- ¿Cuáles son mis auténticos deseos?
- ¿Con qué apoyos cuento?
- ¿Qué miedos me están paralizando?
- ¿Tengo recursos para conseguir mis objetivos?
- ¿Están alineadas mis palabras y mis actos?
- ¿Qué es lo que de verdad importa?
- ¿Cómo me perciben otros?
- ¿Cuáles son mis fortalezas y debilidades?
Igual que las empresas invierten unos días en elaborar su presupuesto anual, donde dedican su tiempo a la reflexión y el diseño de lo que quieren que sea el nuevo año, nosotros hagamos ese proyecto de vida del 2022.
Cimentemos nuestro plan por preguntas que a veces no nos atrevemos a abordar y menos a respondernos con sinceridad, siendo esas respuestas nuestro mapa de ruta que nos lleve a donde queremos estar en este año que comienza.
Después de preguntarnos no olvides el refrán castellano: “Contestación sin pregunta, algo barrunta.”
Todo el equipo del Máster de Dirección Financiera contable y de control de gestión de la Escuela Internacional de Postgrados:
