El Compliance en situaciones controvertidas
Como aficionado a los toros que soy, “qué bien se ven detrás de la barrera”. Lo cierto es que ponerse ante un magnífico ejemplar, de unos 600 kg aproximadamente, debe ser una empresa nada sencilla, más bien ha de tratarse de un riesgo muy alto que implica, incluso, llegar a enfrentarse a la vida. De hecho, por desgracia, a veces ocurre un desenlace como este.
Pero no vamos a hablar del mundo taurino, apasionante sin duda, no es el objeto de este post. Vamos a hablar del Compliance en momentos en los que podemos estar ante una situación controvertida, incluso imposible de entender desde nuestra cultura empresarial, y hasta personal. Me refiero a situaciones en las que tenemos que desplegar controles, medidas, protocolos a los que estamos habituados en nuestra cotidianidad pero que no lo son en otros lugares o sociedades en los que tenemos que desarrollar nuestra actividad profesional.
Ya sea por cultura, por costumbres, por normas de convivencia, por motivos de religión o de otra índole, en el panorama empresarial mundial nos enfrentamos en ocasiones a escenarios nada habituales con nuestras formas de ser y actuar. Lo que es normal y lógico desde nuestra perspectiva puede ser, y de hecho lo es, contrario a lo considerado normal en otras culturas.
Que el trabajo infantil es una lacra con la que se debe terminar, no es algo que a los occidentales nos extrañe. Tenemos claro que los menores no pueden realizar trabajos hasta que tienen la edad legal para ello. Obvio. También el respeto por las condiciones de seguridad y salubridad en el trabajo es algo con lo que nos enfrentamos a diario para que así sea, sin permitir que se den circunstancias que pongan en riesgo a las personas trabajadoras o que menoscaben su integridad física. O entregar algo a cambio de una actuación puede llegar a ser bien visto en otras sociedades, lo que es del todo opuesto a la nuestra.
La ética empresarial y el compliance puede resultar correcta o incorrecta, adecuada o no adecuada según la interpretación que de ella se dé por parte de quienes la practican. Estaríamos frente a dos perspectivas éticas vinculadas a dos formas de pensar y ver las acciones en función de sus postulados: el relativismo y el absolutismo ético.
Mientras el relativismo considera que un acto puede ser bueno para una sociedad y malo para otra, el absolutismo propone unos principios éticos únicos que establecen si las acciones son o no buenas o malas.
Si tenemos esto en cuenta, es posible que podamos encontrarnos en una situación en un país donde una acción inicialmente no correcta sea, por el contrario, aceptada por haber producido un resultado bueno, y que la misma acción hubiera sido cuestionada e incluso denostada en otro país por justamente ser inadecuada, aunque el resultado haya satisfecho a quien la tomó.
El debate siempre está ahí, la moral y lo correcto a través del cumplimiento de las leyes y las normas. La duda surge cuando por motivos de negocio nos enfrentamos a escenarios donde lo “anormal” parece ser lo normal, y nuestros principios colisionan con lo que es “supuestamente correcto” en otra cultura. Y es cuando nos surgen preguntas que nos hacen dudar sobre ello: ¿qué hacemos ante esta situación? ¿nos mimetizamos con lo que consideramos incorrecto? ¿nos identificamos con lo “no correcto”? ¿nos autoconvencemos de que estamos actuando de acuerdo con las costumbres del lugar en el que nos encontramos realizando una actividad de negocio?, si aquí es normal, ¿qué tengo yo que decir sobre si está o no bien?
Estar atado de pies y manos por las rentabilidades económicas del negocio supone igualmente un dilema personal y también profesional. Que el empresario es una persona que arriesga más que quien no lo es no lo pone nadie en duda, pero también ha de conjugar ese riesgo con el cumplimiento de la ley, el respeto de las costumbres y la cultura de cada lugar donde actúa.
Es muy posible que por sí mismo <<el empresario>> no vaya a cambiar esa sociedad diferente a la que está acostumbrado, pero sí ha de intentar, al menos, aportar algo diferencial que haga “mejor” ese entorno controvertido al que se enfrenta, equilibrando todas las posturas, lo que sin duda alguna es una misión poco menos que difícil por no decir imposible.
Este es siempre el debate que nos planteamos quienes nos dedicamos a Compliance, que impacta no sólo en si se cumple o no la ley. También hay que considerar las culturas y ponderar las posibles consecuencias si finalmente ponemos en práctica nuestras actuaciones mercantiles. Y esto no es nada fácil.
Lo absoluto es enemigo de lo relativo, y viceversa. Conseguir una mesura entre ambas es la virtud que hay que perseguir. Porque una cosa es lo que somos y otra distinta es qué queremos ser. Creo que este es el epicentro del debate interno de la persona.
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