Antiguamente, “dramático” era un adjetivo que tenía una locación, una finalidad, y un protagonista. Las artes escénicas o el mundo del espectáculo eran su lógico escenario y era allí y solo allí donde todo lo que se pudiera enunciar como tal cobraba sentido. Es curioso como en la actualidad se ha ido generando un uso renovado de lo “dramático”.
A los hombres se les achaca el ser cada vez más dramáticos, lo que compartimos en redes digitales si es presentado dramáticamente es más impactante, la comunicación política dramatiza (casi) todo a menudo para lograr mayor fidelidad y legitimidad ciudadana. Era previsible que esta “ola dramática” llegara al ámbito empresarial, y solo faltaba algo que lo precipitara. En el último bienio esa circunstancia se ha producido a raíz de la pandemia del COVID 19.
Crecimiento de las corporaciones tecnológicas
Una preocupación por el crecimiento indetenible de las corporaciones tecnológicas en los últimos meses, una expectante mirada a un posible “momento Lehman Brothers” chino, un balance navideño de asociaciones de comercio o las repercusiones de la COVID 19 en el mercado laboral, las circunstancias son narradas y sentidas en sentidos convergentes.
El relato de lo acaecido en la esfera productiva tiene un sello reiterativo: las “corporaciones tecnológicas están devorando al mundo como Saturno a su hijo” en el caso estadounidense, los suizos directores de pequeñas empresas declaraban hace poco “être déprimé, frustré et craindre”, los alemanes solo ven un »dramatisch schlechtes« Weihnachtsgeschäft (negocio navideño), y los italianos entienden que la “crisi del Covid ha avuto un impatto drammatico sul lavoro, colpendo soprattutto i gruppi più vulnerabili”.
Es perfectamente comprensible que la alteración radical de los flujos, así como, de los tiempos productivos y de comercialización convencionales, genere incertidumbre y desconcierto. Pero el relato, el tono del discurso, la similitud de alcance global de toda esa carga emocional, con tonalidades nostálgicas y melancólicas, eso ya contiene otras claves.
Formas de producir y reparar
Las narrativas melancólicas nos hablan no solo de un estado de ánimo generalizado, de lo que sentimos o experienciamos hondamente. Las narrativas melancólicas también preparan el terreno para desarrollar nuevas formas de producir y reparar, generan una especie de predisposición para caminar por tierras desconocidas. La probanza del terreno, la propia pisada, conforman una actitud de inquietud y añoranza que acompaña ese senderismo exploratorio. Imaginemos una caminata por la nieve, sintiendo a cada paso ese “knirschen” (crujido), como guía de cómo y dónde debemos pisar.
En el siglo XVII, conocido como el Grand Siècle, la experimentación fue un estilo de templanza vital para un escenario global donde las guerras religiosas, las incertidumbres o las catástrofes se entremezclaban conformando un paisaje tenebroso y perturbador. Supo decir Hobbes en su Leviatán sobre dicho siglo: “No hay lugar para la industria, porque el fruto de la misma es incierto [,] ni uso de los bienes que pueden ser importados [,] ni cómputo del tiempo [.] Y, lo que es peor que todo, hay miedo continuo”. Con estas frases consignadas en su obra más famosa, bien parece Hobbes un visionario de nuestro tiempo pandémico, muy similar al que le tocó vivir. Y, sin embargo, la cantidad de experimentos, soluciones prácticas e innovaciones en los diferentes campos científicos es algo bastante significativo que siempre se recuerda del Grand Siècle
Con las emociones predisponentes de la experimentación se puede construir conocimiento teórico y práctico, los humanos del siglo XVII así lo atestiguan. Reparar más que producir, innovar confiando más en el artesano tecnológico y no tanto en el sofisticado aparato, reflexionar nostálgicamente y algo que se encumbró en el Quattrocento renacentista, crear desde la melancolía.
Esa podría ser una guía certera para tiempos pandémicos, rearmarnos desde el drama, extraer el lado experimental a nuestras emociones, tornar fructífera la incertidumbre. Las empresas pueden ser ese “soldado español de los Tercios” que tanto ponderaba Calderón de la Barca. Porque el siglo XVII también fue el Siglo de Oro del barroco español, y muchas de sus pistas reflexivas, creativas y vitales, siguen siendo hoy apreciadas y útiles. Desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, decía muy bien Miguel de Cervantes. En tiempos inciertos, no cabe una actitud desesperada o desesperanzada. Esperar y confiar en nuestra propia capacidad experimental aun con la globalizada situación dramática, no es mal negocio, y podría ser por demás fructuoso.
Bibliografía
Parker, G. (2013). El siglo maldito: Clima, guerra y catástrofe en el siglo XVII. Planeta. p. 25.
Centro de Investigaciones Tecnológicas Biomédicas y Medioambientales (CITBM). Visiting Research Fellow Wolfson Institute of Population Health, Queen Mary University of London.
https://www.monde-economique.ch/consequence-du-coronavirus-un-commercant-sur-cinq-a-peur-de-lavenir/